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El murmullo de las Sibilas
Un día, no importa cuánto tiempo atrás, cuando la experiencia y los saberes no eran suficientes para andar, empero fueron capaces de disparar un proceso de generación de vivencias; algunas reales y otras imaginarias.
Sus respectivos relatos fueron almacenados en los estantes de una biblioteca virtual ubicada en insondables pliegues cerebrales.
Progresivamente iban quedando en la parte más oscura y profunda de un corredor de anaqueles encubiertos por nuevos y así sucesivamente hasta llegar a ser invisibles para el lector que entraba en ese corredor librero tan especial; el menos conocido de todas las librerías posibles … el propio mundo interior.
Lo que la vida nos muestra …
Alguna vez, durante un hechizo de magia y perdido en ella, el Alma catalizadora absoluta de toda la Magia posible me dijo (quizás sin darse cuenta de ello):
“La vida te muestra lo que al final te dará” …
Con un terreno fertilizado por la conjunción ancestral de magia, imaginación y fantasía explotadas a su máximo esplendor, durante una niñez prolífica, llegó el momento en que sin saberlo o sin ser conciente, me encontré con un universo difícil de definir y discernir de lo real, lo potencial y lo imaginario, pero si enmarcado en un contexto de la humanidad, marcado por un periodo de cambios cualitativos nunca antes vistos en las sociedades del mundo.
Corrían los últimos años de la década del 60 del siglo XX. Década en la que sucedió todo lo posible y lo “imposible” simultánea y caóticamente. Lo extremadamente bueno y creativo junto a la más baja y repulsiva actitud de la humanidad. Todo mezclado en una mixtura sui generis de la que se produjo una suerte de caleidoscopio por el cual cada observación, desprende una imagen diferente e igualmente válida aunque fuera divergente desde la óptica de los eventuales observadores.
Tal efervescencia caótica, requería de una polarización global que diera una suerte de orden general o reglas de un juego perverso que nadie dirige o diseña en realidad, sea cual fuere el bando en el que cada uno se ubicara y el poder que intermitentemente pudiera ejercer.
El juego de mesa del mundo se llevaba a cabo; y ya …
Esa era la premisa global de la que emergieron múltiples víctimas en el mundo y en ambos bandos, pero ningún ganador ni perdedor, ya que era una suerte de intercambio de estrategias y desafíos medidos y calculados a tal punto que en el siglo siguiente y en retrospectiva cada cien años se han venido sucediendo consuetudinariamente en el mundo, bajo las mismas consignas abstractas, con fetiches y emblemas actualizados a cada época y costumbre, adornados con el pseudo concepto balsámico y justificante de las “ideologías”.
Una década especial; un verdadero “caldero de alquimista” del que supo alimentarse un niño y luego un joven ávido de sueños y aventuras fantásticas que mezclaban la acción la exploración y el conocer acumulando saberes como preseas del camino, para ir llenando una bolsa con una “muestra de cada cosa posible en su camino por la vida”.
Bajo la misma consigna, se fue dibujando una ruta y diferentes metas a alcanzar; una carrera universitaria, que diera insumos para aprender a aprender y lanzarme a nuevos mundos con un bagaje mínimo imprescindible de saberes con los que navegar, aventurarse sucesivamente en nuevos ambientes en busca de respuestas a preguntas existenciales del quehacer profesional elegido y la interpretación de los hallazgos y la búsqueda de aplicaciones para ellos.
Encontrarse en la ruta con vivencias, emociones, sensaciones, vínculos, afectos y pasiones que cada nuevo ambiente proporcionaba como fruto natural que debía ser probado, fue la regla y motivación omnipresente y omnivalente.
Una vez pertrechado, hube de partir y no pocas veces azotado por tempestades que hicieron una y otra zozobra, nos fueron forjando como el herrero al hierro mediante el fuego que bien puede destruir o bien dar las formas más bellas y útiles.
Nos adaptamos a navegar en grandes flotas que nos incorporaron por nuestro atributo natural y con ellas descubrimos nuevos horizontes. Luego de lo cual también fuimos desterrados de sus feudos por mantener la libertad.
Muchos albores y ocasos tuvieron lugar; muchos destellos enceguecedores y oscuridades apabullantes se sucedieron. Mucha felicidad y desdicha, mucho amor y sufrimiento por desamor, abandono y soledad; así como encuentros y crecimiento que derramó con creces en nuestro entorno, devino en un balance inmensamente positivo que contribuyó a la existencia de una planta que florece aún en el valle de la muerte.
Finalmente, “La vida nos lo dio con creces lo que nos mostró” …
El producto cosechado … lo legado, lo pendiente, lo tomado por el otro y la cosecha que se lleva el viento …
Observar lo pasado y el pasado de las proyecciones que hoy son presente tangible, aunque no siempre consciente de su origen, es lo que ahora nos motiva, luego de haber navegado un mundo entero de vida y experiencia, nos ha provisto de ciertas credenciales para analizar, debatir y aportar a los navegantes actuales que hoy transitan por las rutas trazadas por nuestras antiguas flotas ya desgastadas y quasi obsoletas.
La plenitud de la vida dada por la riqueza de lo vivido, en acierto y error, con ganancias y pérdidas, con afectos y desengaños, generaron un tesoro intangible: madurez y contemplación serena y neutra del mundo en que vivimos.
Habiendo aprendido a conducir la pasión, que supo ser el combustible fundamental para emprender los más descabellados desafíos en pos de conocer y aprender a hacer evidente nuestro universo, hoy podemos enunciar el primer estamento que rige nuestra vida en este periodo de contemplación, observación serena pero no menos escrutadora, que determina que el Universo es sencillo y lo difícil es hacerlo evidente. No obstante, contemplación mediante, interactuamos con él y tomamos sus señales y efectos y jugamos su juego aun cuando no lo podamos explicar en su ontología, más su consecuencia generalmente es la generación de nuevo saber, que ayuda a aproximar una idea de la naturaleza de este misterio que nunca será del todo evidente, aunque sí nos impacte.
Pero no siempre este comportamiento sereno fue así. Desde el principio del gran viaje personal, la ansiedad nos movía al unísono que la pasión y esfuerzo por navegar y descubrir.
Muchos caminos y rutas fueron trazados. Muchos inicios de procesos fueron concebidos, quizás más que los fallidos y olvidados.
A medida que avanzaba en la navegación sin rumbo definido, cuando la vista hacia atrás solo muestra un horizonte sin contornos al igual que al frente, momento en el que la única opción es seguir adelante, con el viento de la pasión a sotavento, entramos en un momento dado, en un vórtice que nos llevaba inexorablemente hacia abajo en un cono de oscuridad donde lo único sentido era la sensación de caída … caída sempiterna … a tal punto constante, que “de tanto caer, aprendimos a volar” y entonces transformamos la “sentencia de muerte / desaparición del escenario” en la creación de una nueva epopeya de vida que constituye un punto de inflexión en la curva evolutiva de la tragedia de la vida, con un “tercer acto” pleno, bullicioso y pletórico de creatividad y crecimiento holístico personal y del entorno de influencia cercana.
La evolución de las “Sibilas”
Desde el comienzo hasta promediar el tercer acto de esta obra imaginaria de la tragedia de la vida, nuestra acción y cada descubrimiento que logramos en cada nueva frontera conquistada, era narrada y promulgada en “papiros” que como las “Sibilas” una vez escritos eran arrebatados por los emisarios de los dioses quedando estas confinadas a su sitio de escribiente sobre pedestales de mármol y columnas de oro cuyo marco no podían abandonar, pero debían seguir escribiendo anuncios, presagios y profecías que nadie escucharía a excepción de los dioses que podrían o no dar ejecución a los mismos, dejando a los mortales transitar sin la ayuda de tales mensajes.
La batalla entre la pasión y entusiasmo por las fronteras conquistadas vs. la frustración de no ser tomadas en cuenta en los momentos y condiciones necesarios, sino tomadas y ejecutadas a destiempo ignorando a quien lo descubrió, fueron la regla que a excepción de aliquotas que derramaban de las “escaramuzas”, alejaban de este las compensaciones correspondientes.
Paralelamente, quienes tomaban las preseas, las malusaban privandose ellos mismos de un rédito óptimo de la gestión adecuada de tal “nueva riqueza”.
Los mundos paralelos que formaron diferentes rutas evolutivas: por un lado, el de la realidad cotidiana, formal o institucional convencional, transitaba a sus ritmos y con sus metas y objetivos propios que a veces no se compadecen con las necesidades emergentes en el terreno sobre el que están edificadas. Por otro, el mundo de la travesía incógnita, en busca de nuevos horizontes, dominado en el inicio y hasta la conquista de aquellos, por la soledad y el desamparo institucional, plagado de desafíos constantes que amenazaban la existencia misma.
Una vez llegado a puerto, munido de las nuevas preseas y hallazgos novedosos, un muelle vacío y oscuro fue el comité de recepción.
Como una escena en un pisapapeles de cristal con un paisaje inserto …
Tal es el objeto metafórico con el que se puede comparar la sensación de soledad tan particular que se vive, cuando se emprende en algo que no es consensuado y preconcebido fuera de un contexto convencional en una zona de confort.
Los conocidos pisapapeles: esferas de cristal que tienen un paisaje usualmente nevado, con una cabaña en un bosque montañoso y lleno de lascas de jabon o algun otro material laminado blanco que simula nieve, esta se dispersa por el espacio interior de la esfera (al agitarlo) para luego decantar, simulando una nevada en el paisaje en miniatura inserto en el.
Como un personaje de esa cabaña y ese paisaje muchas veces nos hemos sentido, al tener muchas cosas que anunciar, otras que mostrar y algunas sobre las que enseñar. Mientras el mundo exterior era ampliamente visible desde el interior de la esfera, el mundo interior de esta parecía tan pequeño e insignificante al observador del exterior que no se percataba que desde allí se estaba emitiendo un mensaje a gritos. Usaban el pisapapeles para sostener aquellos en los que escribían sobre la falta de soluciones para resolver un problema dado, el que justamente estaba tratando de expresar el elenco que actuaba fervientemente desde el interior de la esfera de cristal. Pero era una actuación sin público. La esfera se usaba para el fin preconcebido de sujetar papeles “para que no los lleve el viento”, aunque las ideas se irían con él a pesar de poder ser fijadas desde dentro.
Mientras tanto y sin pausa, la escena en el interior evolucionaba y daba lugar a otra “nueva odisea o una nueva epopeya de los argonautas tras el vellocino de oro”.
Volviendo la vista atrás … el viento a sotavento ya no solo empuja la vela mayor, sino que dialoga con el navegante, que se deja timonear por la deriva relativa, que trazara la ruta formada espontáneamente por el viento y la corriente, negociando con la quilla del barco y el mástil mayor.
Es un tiempo de navegación sui generis, que tomada a la ligera podría interpretarse como la deriva de un marino extraviado y sin timón; una situación desgraciada. Sin embargo es todo lo contrario: es una entrega del mando a los efectores naturales que desde el inicio de los tiempos, llevaron los cocos de las palmeras a conquistar el globo, a los navegantes primitivos a migrar y establecerse en nuevos continentes aun cuando no tuvieran lo necesario para hacerlo … Mera evolución …
Delegada la función de navegar y trazar rutas a la naturaleza, el navegante se dedica a apreciar el entorno en cada milla recorrida, observar los tesoros que se mantuvieron ocultos a su mirada durante el frenesí de mantener el control de su nave y una ruta preestablecida.
Ahora se convertiría en un pasajero de excepción conducido por la experticia de Natura y delegado libremente a sus determinaciones, en pos de obtener las más preciadas preseas hasta entonces no vistas.
Nada podía perder, pues ya lo había ganado todo. Nada pretendía ganar, pues lo había entregado todo. Solo me quedaba seguir aprendiendo a ser y ser con lo aprendido …
Una tarde, poco antes del crepúsculo, emergió la Luna llena por Oriente, vestida con un velo escarlata, para enfrentarse por un instante con el Sol ataviado de una capa dorada con franjas rojas franqueadas por nubes filiformes y mediados por un mar calmo y espejado, que reflejaba las luminosidades de ambos cuerpos celestes, tan diferentes, pero tan complementarios, a tiempo que divergentes. En esos días de abril comulgaban en un acto de sublime intensidad y poder indescriptible, solo válido para quien puede ver la armonía de sus interacciones ondulantes del espectro de luz.
En ese instante de Magia, la nave tocó fondo en un atolón en medio del océano. En su playa el navegante desembarcó, se sentó en la blanca y fina arena y observó subyugado el espectáculo astral, sin que nada más importara.
Observó el platónico romance de la Luna y el Sol hasta que este se ocultó (evidenciando nuestro propio movimiento circular) tras la línea del horizonte en el mar. El rayo verde parabólico se extendió como efecto de la difracción y refracción para despedirse hasta el nuevo día, pues otra aurora estaba inaugurando en otra parte en ese momento.
El navegante, ahora asentado en tierra firme, tomo de la bodega de su nave, todas las esferas de cristal que fueron hechas a lo largo de su derrotero por el mundo de la vida integral; las tomo todas y de a una por vez las fue echando al mar para que se dispersaran a su suerte.
Cada esfera contenía una historia, un mensaje, un descubrimiento. No sabía en qué playas quedarian encalladas, si alguien las recogería y si alguien quizás miraría en su interior. Quizás derivarían sempiternamente en el mar arrastradas por las corrientes, quien sabe … tal vez oficiarían de una suerte de cápsulas de tiempo, atestiguando una parte de las interacciones humanas en un discreto sector de la sociedad que alguna vez, “en algún lugar del tiempo” hubieran ocurrido o intentado ser.
Finalmente, con la última esfera liberada al mar, con el lucero de la noche a todo fulgor y la luna llena ya vestida de túnica blanca iluminando la noche, las Sibilas fueron liberadas …
Eduardo Terranova, 6 de abril, 2023