Artículo del Blog
Peripateticos
Escuela Peripatética
Del término griego «Lykeion» hoy derivado en liceo, de la educación griega y el liceo donde Aristóteles daba sus charlas a sus discípulos a los que impartía y con quienes compartía conocimiento y aprendizaje.
El Liceo, templo dedicado a Apolo Lyceus, (Apolo: el Dios Lobo).
Aristóteles, acostumbraba caminar con sus discípulos por los jardines que rodeaban el templo de Apolo Lyceus. A partir de ello, fundó la escuela peripatética, término que proviene del griego y significa “dar vueltas” fundada en 334 AC.
Aristoteles dejó Atenas en 323 AC, y la universidad continuó en funciones luego de su muerte, liderada por varios de sus discípulos hasta la conquista romana en 86 AC.
Las reliquias arqueológicas del Liceo fueron descubiertas en la Atenas moderna en 1996 en un parque detrás del parlamento Helénico.
El Liceo
El liceo fue usado para desarrollar debates filosóficos desde mucho antes de la época de Aristoteles, entre los que se destacan: Prodicus of Ceos y Protagoras.
Los más famosos filósofos que enseñaron allí: Isocrates, Platon (y su Academia) y Socrates.
Conjuntamente con la formación personal académica y del ser, se entrenaban militarmente para completar una formación integral acorde a las necesidades de su época y entorno.
El Propio Alejandro Magno fue discipulo de Aristoteles
Entre las múltiples actividades que se desarrollaban en este Liceo Ateniense, me detendré en el movimiento Peripatético, cuya denominación deviene de la acción de deambular rodeando el predio por sus jardines, mientras Aristoteles debatía con sus discípulos generando las bases de la filosofía y el conocimiento holístico que daría inicio a las más diversas disciplinas de las ciencias, las letras, la religión y el arte.
Escuela y biblioteca aristotélica
Escuela Peripatética:
En In 335 AC, Atenas adoptó las reglas y leyes de los Macedonios y Aristoteles, con 50 años de edad, retorno de Asia. Luego de su retorno, comenzó a enseñar regularmente en las mañanas en el Liceo y fundó oficialmente la escuela llamada «El Lyceum”.
Luego de las lecciones de la mañana, realizaba lecturas de manuscritos de varios autores compilados y distribuidos en ese entorno. El grupo receptor y lector de dichos manuscritos compilados eran analizados y discutidos durante periódicas caminatas por los jardines que rodeaban el recinto, con tal frecuencia y disfrute de todos que se le conocía a este grupo como los que rodeaban o circulaban en término griego “peripatos” y por ende, los peripatéticos.
El foco que Aristoteles ponía en su acción de enseñar, estaba puesto en la investigación sinérgica, cooperativa y horizontal, de la cual surgieron obras básicas del pensamiento universal que enriquecieron la biblioteca aristotélica, como su Historia Natural.
Sus estudiantes se encargaban de analizar investigaciones históricas o científicas como parte de sus propios estudios curriculares. Los propios estudiantes elegían uno de sus colegas como líder que se sustituía cada 10 días, facilitando su reprogramación y adaptación periódica a condiciones y ópticas diversas para lograr una visión panóptica del mundo que analizaban e intentaban explicar o conocer.
Aristóteles sabía de las ventajas de esa manera de formar seres integrales y versátiles, pues antes de su llegada a Atenas, había formado nada menos que a Alejandro Magno quien destacó prontamente de entre sus discípulos y cuyo aporte a la humanidad huelga mencionar palabra alguna.
A través de sus conquistas, Alejandro coleccionó especímenes de plantas y animales de varias regiones para ser investigados en profundidad por su maestro: Aristóteles, ayudando a fundar el primer zoológico y jardín botánico en el Lyceum.
En 322 AC, Aristóteles fue exiliado de Atenas con su familia, cuando el liderazgo político dio un giro y arremetió contra los macedonios.
Sus trabajos previos sobre las leyes macedonias y su afinidad con tales lo pusieron en la mira de las persecuciones políticas. Transfirió su Lyceum Theophrastus y murió poco tiempo despues en Chalcis, cerca de su ciudad natal.
La historia de los sucesores de Aristóteles en tanto el Lyceum y la Biblioteca, así como su evolución hasta la biblioteca de Alejandría y el acopio final por los romanos es “harina de otro costal” y tema para otras discusiones futuras.
Este relato no tiene otro objetivo que el inspirar el motivo de conversación actual y la vivencia que hemos tenido durante un andar por el mundo de la ciencia, tecnología, educación y el diario vivir.
La imagen del deambular en un derrotero de divague intelectual desarrollando sinergia proactiva, creatividad, adaptación y por tanto versatilidad de la integración de mentes libres con un objetivo común pero con lentes diversas, para obtener una visión panóptica y holística del universo que nos concierne, se ve representada con creces en el concepto “peripatético”.
Observando a los “Grandes de la Historia de la Humanidad”, podemos aprender, pero más aún, comprender los trayectos que dibuja la evolución de las acciones, acontecimientos y aportes que cada ser humano puede hacer durante su pasaje por la escena adjudicada en la “tragedia humana”.
Lo importante es que cada uno tiene un papel para ejecutar en el escenario del teatro de la vida y este puede ser importante, insignificante (en apariencia) subyacente o de soporte vegetativo. Pero como las especies biológicas, cada una tiene una razón de ser y un rol que protagonizar.
Es menester en este momento, tener bien en claro que sin importar la trascendencia de lo hecho, esto será discreto y finito, aun cuando sus efectos generen otros efectos de insondables repercusiones. Cada efecto y acción puede ser sustituida, reemplazada, desechada o subestimada, incluso redescubierta tiempo después de una permanencia en el ostracismo.
Lo importante es saber que los legados están y forman parte de un acervo común sin protagonismos principales ni secundarios. Como geoglifos que se encuentran en un cúmulo de rocas emergentes en el suelo desgastado por la erosión que redescubre antiguas napas otrora sepultadas por los sedimentos de su futuro ahora pasado, vuelven a ser presentes para el arqueólogo que intenta analizarlos y descubrir cuál era el mensaje que alguien quiso poner allí y entonces.
Podemos meditar sobre lo que pensaría el que talló estos geoglifos; podríamos especular acerca de sus propósitos internos y personales. Las opciones pueden ser tantas como pensadores especulen sobre ellas. Lo relevante aquí no es saber si el propósito fue contemplado, alcanzado o no, sino que el mensaje y su contenido fue creado y enviado; pervive en el tiempo y no es relevante habiendo pasado el tiempo, si fueron alcanzados los objetivos. El punto es que durante el proceso de su creación, se fueron generando efectos armónicos colaterales que a su vez produjeron otros efectos divergentes hasta perpendiculares que bien pudieron ejercer influencia instantánea o de corto plazo en el entorno de aquel tiempo.
Podemos encontrarnos transitando por una vereda o puente que fue construido hace dos milenios por los romanos y hoy los usamos pues perviven pero no reparamos en los detalles de los efectos que entonces generaron los que los construyeron. Sin embargo, hoy están y son útiles para algo tan sencillo como pasar de un lado al otro de un accidente geográfico.
No reparamos en quien o como se construyeron las supercarreteras del conocimiento por el que transitan la ciencia, la tecnología, el arte; solo transitamos por ellas y vamos rumbo a nuestros propios objetivos sin más.
La valoración que hacemos de nuestras propias sendas y trayectos son eso mismo: propias y subjetivas, independientemente de su impacto sobre el colectivo. Las ponderamos de una forma especial en tanto nuestras y por ende, resaltan sobre las demás imágenes que quedan fuera de foco o formando parte de un entorno que le da contexto y sentido de oportunidad y ontología.
Lo generado y aportado al colectivo queda en un cofre de bienes comunes con una existencia y ontología propia que se va separando de su creador original conforme pasa el tiempo, a veces hasta con adjudicaciones erróneas de la autoria por la historia o simplemente anonimas en su génesis, pero presentes y sempiternas.
No se pregunta el Hornero como fue el primer esbozo de nido de barro con forma de horno y cómo evolucionó hasta allí. Simplemente lo hace, recurriendo a un saber innato colectivo de toda una especie que lo comparte en un conocimiento colectivo atesorado en un arcón del instinto. En los humanos, vamos más allá con el inconsciente colectivo, el saber común, el sentimiento compartido y compartible como emoción a través del arte y el lenguaje. Sencillamente aprendemos, enseñamos, compartimos y ejecutamos.
Cuanto mayor es la pasión puesta en la creación de cualquier índole, más intensa es la recompensa o la vacuidad de ver ignorada nuestra acción. Ambas situaciones y condiciones inexorablemente se dan, pero además, como en el arte, (también ocurre en las demás áreas del conocimiento), es necesario un receptor de lo generado por el autor, que devuelva una impresión, favorable o adversa, pero significativa, impresión que sea combustible para mantener la llama encendida y continuar con la evolución de la hoguera de conocimiento que calienta el caldero de alquimista de donde surgirán nuevas fórmulas y ensayos.
El camino es invariablemente solitario e individual, a pesar de que se fomente la sinergia y la cooperación proactiva en una suerte de filosofía peripatética que es el ideal buscado por cada caminante.
La trayectoria será única y personal aunque al final de ese camino se espera siempre que haya alguien que reciba al caminante o navegante con sus preseas de aventuras en lugares no explorados.
Claro está que este recibimiento no siempre es factible y no siempre habrá alguien esperando en el muelle… en ese caso, siempre está la “hoja en blanco” en la que lápiz en mano, podemos entablar una conversacion y descripcion de lo vivido y enseñar las preseas del camino, para que en otro tiempo, alguien pueda hallarlas, usarlas o simplemente sorprenderse por un hallazgo de algo desconocido de otro tiempo en ese lugar.
Mirando desde el Horizonte:
Cuando se emprende un viaje al que llamaremos “alquimista” tendemos a mirar hacia el horizonte como representación de un lugar de destino desconocido como también anhelado. Empero con cada paso que avanzamos, este parece alejarse otro paso y así sucesivamente mientras continuamos navegando en pos de él. Mientras tanto, por fuerza de la propia navegación, vamos desviando la mirada hacia los lados, arriba y abajo y descubriendo nuevos mundos en nuevos caminos que divergen y convergen con nuestra ruta, enriqueciendo nuestro acervo a bordo de nuestra nave imaginaria.
Así pasamos nuestro tiempo de actuación en el escenario de la vida, cumpliendo con el rol que nosotros mismos nos asignamos y que la vida nos supo mostrar en determinado momento, para que en otro tiempo mas adelante, esta nos lo de tal como lo mostró y como lo soñamos.
Cuando ese momento llega, sucede algo muy interesante, que a veces solo se percibe o se concibe cuando llega a ese tiempo y situación. De repente nos encontramos en el mismo “horizonte”, sin saber cómo terminamos llegando a él.
Una vez allí, no percibimos nada diferente, nada extraño o sobrenatural, nada sorprendente, pero sí, todo muy claro y transparente a la contemplación. Podemos mirar hacia atrás y veremos la ruta que como dijo el poeta, nunca volveremos a andar. Girando la mirada hacia el frente, veremos el mismo lugar donde empezamos donde deberemos desprendernos de todo lo acumulado en nuestro viaje, a excepción de los saberes y experiencia. Deberemos aprender a conocer el nuevo lugar que en realidad es viejo, ya visto y vivido pero nuevamente desconocido.
Atrás vemos partir a los que nos siguieron en iniciar sus caminos, que devinieron en sus propios derroteros y destinos. Ese es sin más medida, el principal destino y premio que este viajero y cada viajero puede pretender y llevarse consigo.
Queda poco por decir que no se haya hecho … solo resta contemplar el resultado del viaje personal y disfrutar de lo comprendido, comprobando que algunos pocos han iniciado caminos a nuevos y diversos destinos, sin importar si sus improntas serán o no sabidas más en cambio formarán parte de las simientes de los nuevos caminos.
Eduardo Terranova, abril de 2023.