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Sintesis, Epilogo, Consolidacion

Durante las últimas semanas he leído uno de los libros que mayor impacto ha ejercido en mi persona, pasando a integrar la biblioteca transcendental que cada ser humano debería tener en su acerbo cultural y formativo en el camino del cultivo de la personalidad.

No son muchas las obras que ostentan esta categoría en mi vida, empero las que sí lo hacen, constituyen la estructura elástica, resistente, adaptable, versátil y en consecuencia perenne en cada proceso constructivo de mi vida personal, profesional y científica.

Hoy me detengo a meditar sobre este tópico: las bases epistemológicas del ser y su relevancia en la toma de decisiones que constantemente hacemos y que redundan en los caminos que tomamos, construimos o dejamos …

Quienes me conocen desde los dos últimos decenios en adelante, pensaran con justificada razón, “que algo cambió en mi cabeza”. Que algo hizo que mudara mi discurso aunque no así mi acción cotidiana, de la gestión casi obsesiva de transferir en forma eficiente la tecnología emergente y aplicarla a los procesos de desarrollo en multiples ambitos en los que he transitado de las ciencias de la vida sin olvidar mi Alma Mater la profesión Veterinaria.

Cada proyecto, cada idea, cada intento (muchos inconclusos, otros exitosos) de generar sinergia proactiva, desarrollar al máximo las capacidades de acción tecnológica y facilitar el entendimiento profundo de los procesos involucrados en cada proyecto, condicionaron mi derrotero y la naturaleza de los caminos emprendidos, de tal suerte que hasta los primigenios proyectos personales de neurociencia aplicada a las neurovirosis animales (mi verdadera y absoluta Alma Mater), se vieran forzadas a quedar relegadas a un segundo plano en favor de facilitar proyectos de desarrollo más generales, que a la luz de mi pervivencia de más de tres décadas en el mundo cientifico / tecnologico dan fe de su éxito, o al menos de la ausencia de fracaso. En cualquier caso … de la evolución (confieso que sui generis) de un modo de vivir y objetivar ciertos valores como entidades per se.

Las líneas que solía escribir, los artículos científicos, los ensayos del mismo ámbito y toda mi actividad profesional estaba volcada a un lenguaje propio de las ciencias fácticas y de la promoción de una mentalidad proactiva en la generación de nuevas líneas de investigación, especialmente, a la hora de seleccionar el objetivo de estudio o búsqueda epistémica. Esta motivación se había constituido desde el inicio en un valor per se, mientras que el éxito económico se hacía presente como un factor más de la ecuación general de desarrollo, para que fuera viable y versátil como facilitador de generación de nuevas herramientas y aplicaciones pragmáticas que resuelvan problemas generales o emergentes de la sociedad.

Esta actividad que nos convirtió en una suerte de catalizador en el desarrollo de las principales sendas del desarrollo tecnológico en biociencias desde los años 90, ha sido provechosa en cuanto a la riqueza gnóstica y empírica  que nos permitió generar y sobre todo, nos dio el invaluable regalo de la vida de haber sido espectador de privilegio en la generación y desarrollo de uno de los hitos de la evolución científica y tecnológica del hombre.

Aquellos que me conocieron en este periodo, se sorprenderán del aparente giro de pensamiento y acción que demuestro en estos días; empero los que me conocen desde siempre, constataron que siempre he sido así e incluso en mis periodos más duros en cuanto a método científico. Nunca me desprendí de la veta imaginativa, soñadora, inductivista y aventurera, con un toque de pensamiento mágico.  ¿Por qué no?… 

La invaluable experiencia que he rescatado del derrotero de toda una vida, me ha permitido tener una visión holística y consolidadora de los diversos mundos que construimos en base a nuestros objetivos vitales en cada etapa de la vida, pero también he podido observar los corolarios que cada decisión genera y los mundos alternos que igualmente se generan; y todos juntos condicionan nuestro trayecto e invariablemente el objetivo primario se reviste de accesorios incorporados durante el camino hacia el, que le modifican su fisonomía y su grado de atractividad, haciéndolos más potentes, o menos e incluso desaparecer para dar lugar a nuevos horizontes y un cambio radical de paradigma.

Esa es en suma, la síntesis de la acción de navegar …

Así como el lomo de una ballena se va poblando de pólipos que viven a expensas de su piel, o el casco de un  buque se impregna de algas, sales que modifican la superficie de su casco, la vida se va impregnando de preseas, residuos, otros seres que nos cohabitan e infinitas cosas más que moldean nuestro “chasis” comportamental y cultural. No obstante, “La vida siempre muestra lo que al final nos dará” …

Y vaya que en mi caso me lo dio con creces.

Las fuentes de la “Dialéctica interna”

Cuando niño, preadolescente y lleno de sueños de aventuras, generados con la facilitación de la imaginación prolífica y trascendente de mi padre, mi abuelo materno, un tío y mi imperiosa sed de aventura y exploración del mundo quasi innata, se encontraron mezcladas en una suerte de olla de alquimista que yo mismo había pensado y construido en mi imaginación. Como combustible inexorable para alimentar el fuego generador de todo cambio en el caldo de cultivo de dicha olla, no podía faltar un Julio Verne, un Edgar Alan Poe y un Florencio Sanchez. Más tarde, en la secundaria, gracias a una mente docente más que brillante, convirtió alquimicamente lo que iba a ser una nota de deficiencia por no haber hecho la tarea de leer un fragmento del Quijote, en la valoración de una suerte de improvisación desesperada, que no ocultó la ausencia de la tarea encomendada, pero que tomada con sabiduría por el eximio profesor, este catalizar el desinterés adolescente en la obra con la creación imaginativa desprendida de una “lectura en diagonal del texto” en el primer libro clásico leído años después de punta a punta y de la comprensión del verdadero significado de la capacidad de decir algo por alguien, que fuera recibido y comprendido por otra persona en otro tiempo y otro lugar.

Todos y cada uno de los clásicos grecorromanos, desde Homero a Virgilio fueron absorbidos sin cesar mientras sin darnos cuenta, nos íbamos desarrollando en paralelo en el mundo de las ciencias. No faltaron a la cita Shakespeare ni Dante Alighieri, a quien le debo el más preciado de mis tesoros emocionales y epistémicos a la vez.

Luego de mucho transitar, cimas alcanzadas, barrancos en los que caímos y volvimos a escalar; tesoros encontrados y pérdidas de todo tipo, construimos un estilo de ser y proceder. Esto nos condujo con versatilidad por un sendero sinuoso y lleno de obstáculos, pero que supimos sortear con éxito. En este periodo no por exitoso menos accidentado, tuvimos contacto con un nuevo pórtico que se nos abrió hacia un universo atisbado pero no integrado hasta entonces.

Incursionamos en el universo abierto por la puerta de la “Teoría del Caos”, la formidable presentación de un matemático de estirpe como Ian Stewart, hizo posible el entendimiento de un lego en la materia de una forma de comprender  el universo y más aún, comprender otras formas de comprender.  Se abrieron las puertas de las artes, la Música, las letras, todas juntas contribuyendo a una contemplación armónica de un mismo evento natural o un proceso investigativo que nos moviera y nos conmoviera al ver una realidad holística que nos mostraba la simpleza del universo, pero a su vez, la dificultad de hacerlo evidente…

Así, los Bosones de Hicks (en el universo) se compadecen con los biomarcadores TAU (en las enfermedades neurodegenerativas), en una sinfonía que lo interpreta todo para que podamos contemplar el todo y poder elegir mejor cada camino que decidamos tomar en profundidad, sin olvidarnos de cómo era en nuestra partida la superficie.

Volviendo a pocas semanas atrás, un nuevo descubrimiento, acorde a los caminos que estoy transitando, me volvió a abrir la ventana a otra parte del universo. Se trata de la Analogía del ensayo uruguayo contemporáneo, por Carlos Real de Azua. ISBN: 978-9974-0-0871-7.

Una brillante mirada analítica de la intelectualidad de mi país de las generaciones del 900 y del 45 del siglo XX. Una síntesis enriquecedora que hizo dar un giro radical a la imagen que yo mismo tenía de mi propio entorno y su realidad existencial, así como su integración y relacionamiento con el mundo, fruto de lo cual todos nosotros (mis compatriotas y yo) emergimos y nos formamos.

El entendimiento de la entidad nacional y su inscripción existencialista con su entorno y circunstancias ha contribuido en proporciones más que considerables, mi forma de ver el entorno y mi propia ontología y sin lugar a dudas, contribuyó grandemente a la mejor comprensión y visión de los horizontes a alcanzar en esta etapa del camino que no necesariamente debe ser la última, pero definitivamente es la sintética luego de una evolución completa que no dejó ámbito por cotejar y presea por recoger.

De manera que sí … un cambio se ha producido en quien escribe estas líneas. No en la esencia, mas sí en la forma de expresar y transmitir conceptos, ideas, propuestas y modos de hacer más versátil nuestro entorno sin desaprovechar nada de lo aprendido ni de lo actuado, pero sin perder de vista el origen de las cosas y sus valores. El conocimiento y la naturaleza son una sola entidad. La forma de hacer posible el conocimiento en armonía con ella, es asumiendo la unidad esencial y funcional. 

De modo que sí, hubo un cambio, pero no hubo cambio en la tarea cotidiana de transferencia tecnológica ni la configuración de proyectos de desarrollo, apostando a una nueva etapa que se aproxima y que corre riesgo de perder la conexión con las fuentes que generaron los procesos actuales, abriéndose una brecha cuyos puentes históricos fueron construidos y mantenidos por minorías esenciales, pero que hoy es necesario hacerlas crecer y multiplicar pues el terreno sobre el que aplicar este “fertilizante” es de mucho mayor extensión e intensamente demandante.

Eduardo Terranova, Febrero de 2023.

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